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Mostrando entradas de noviembre, 2010

La fórmula de la felicidad. Mireya Tabuas

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Quiero hacer una bomba. Lo confieso públicamente. Si me arrestan, lo diré ante los policías y lo repetiré ante el juez si es preciso. Quiero hacer una bomba, señores. Si quieren lo pongo por escrito. Hago mi testamento, que quede certificado ante la ley de la selva. No vayan a acusar a nadie más, yo soy el autor intelectual. Quiero hacer una bomba, sí señor. Pero no deseo que muera nadie. En realidad los quiero. A ambos. Sólo quiero hacer una bomba para que me d ejen tranquilo. No quiero más crisis en Ciudad Gótica. No quiero estar más en medio de la tercera guerra mundial. No quiero hacerme más … (pipí, qué pena) en la cama por eso. Ya tengo 9 años. Tengo que tomar las riendas de mi vida. Soy grande. Quiero fabricar un arma para volverlos buenos. En realidad, no sé, eso hay que explicarlo mejor. Ellos son buenos, superbuenos, tienen trabajos importantes, les gusta comer sushi, compran galletas de las que me gustan, saben nadar, sólo que no se pueden juntar porque estallan. Quiero

Intelectual=Estupidez. Fernando Savater

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  Al buscar la definición de “intelectual” en el diccionario filosófico, escrito por Fernando Savater, nos encontramos con una nota que dice: Véase ESTUPIDEZ.   Durante mucho tiempo he creído que la principal explicación de por qué la historia está tan llena de atrocidad y barbarie había que buscarla en el   aburrimiento.   El aburrimiento es una de las exclusivas del ser humano, una intemperancia zoológica como la risa o la presencia de la muerte (las tres juntas, pasadas por el lenguaje, son el origen de nuestra especialidad más famosa: el pensamiento).  Cuando las cosas marchan discretamente bien, los humanos nos aburrimos: entonces empezamos a meternos con los vecinos, o a desear especias raras que sólo se dan en tierras lejanas y que se necesitan para conseguirse afrontar mil penalidades, o nos inventamos amenazas sobrenaturales para asegurar las emociones que nos faltan. La gente que se queda en su casa entretenida en sus cosas, rara vez hace daño a nadie: lo trágico de la