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I Mi hija juega en la plaza mientras dos hombres nos observan no importa lo que hagamos, siempre miran tienen la costumbre de mirar al otro: sus manos, sus bolsillos, sus carteras. Siempre hay alguien que mira y te sigue los sientes en el costado, en la nuca, casi rozan nuestras presencias. Nunca sabrás qué detonará el acercamiento. Están acechando como la muerte. No hay tregua para ellos. Fotografía: Luis Ángel Barreto II Nos acostumbramos a andar como si no supiéramos de sus presencias que detonan catástrofes. "Haznos invisibles" repetimos cada noche y poco a poco desaparecen las ventanas, las puertas, todos los agujeros de las paredes. Solo nos rodea el encierro y la certeza de que cada día perdemos visibilidad. III Esta mudez que me imposibilita gritar ha ganado espacios se ha movilizado a los rincones, demostrando que su presencia ahoga voces impide pensamientos ...