Paulo Freire



En los últimos años se ha presentado en el campo de la educación una necesidad de revisar las viejas propuestas para replantearlas por unas más novedosas. Lo novedoso en este caso, no se trata de algo más sofisticado como pudiéramos creer falsamente.  Lo novedoso en este caso consiste en lo más sencillo, en la propuesta de una integración de la educación con la vida cotidiana del hombre, y con todos los aspectos que éste desarrolla. Se habla entonces de la revisión de los valores, de la conciencia y memoria histórica, se habla en la actualidad de una educación que esté vinculada con la participación social y comunitaria, donde se debe crear un espacio para el desenvolvimiento de todas las actividades, en fin, se habla de un educador, de una educando y de una escuela que esté basada en la integralidad de los intereses del ser humano.
Según Raúl Leis, esta práctica transformadora advierte tres dimensiones:
  1. La dimensión del descubrir y reconocer, donde estaría trabajando la recuperación, y la revalorización del ser humano, es una práctica investigativa, para reconocer las capacidades del individuo.
  2. La dimensión pedagógica, que es la de apropiarse de esos conocimientos, y de esas capacidades del ser humano.
  3. La dimensión del compartir, que tiene que ver con el ámbito de la comunicación donde lo aprendido pueda compartirse con los demás.

Todas estas dimensiones no pueden ser estudiadas ni vistas de manera aislada, la idea es conocer y transformar, pero no se puede hacer una sin la presencia de la otra, por eso no hay una relación de subordinación entre ellas, sino una relación de cooperación, todas las dimensiones son necesarias. Lo importante es la integralidad para lograr una práctica transformadora.
Al hablar de educación para la transformación es casi imposible dejar de mencionar al filósofo brasileño Paulo Freire. Él, se propone reformar el proceso educativo, y en esta reedificación de la educación son muchos los elementos que deben modificarse. Para él, la educación tiene que ver con todos los aspectos de la vida y de la sociedad, con lo personal y lo social del ser humano, desde las decisiones políticas hasta las simples elecciones en la vida diaria.
          Comenzaremos comentando dos ideas con las que fundamenta su proceso educativo, una es la relación dialógica que establece entre el hombre y el mundo; y la otra, es que es indisoluble la educación de la política, se hace imposible hablar de política sin hablar de educación, y viceversa.
          La relación dialógica  entre el hombre y el mundo debe estar sustentada en una pedagogía, en un modelo educacional de la persona. La educación debe desentrañar el sentido último de la realidad y nos debe permitir descifrar el mundo; toda propuesta que no vaya encaminada de esta forma no será un modelo para educar sino para capacitar.
          En el libro “La educación como práctica de la libertad” (1979) se define concretamente el concepto de educación, que más adelante en “Pedagogía de la indignación” lo relacionará con otros aspectos y lo incluirá en lo que llama El Proceso de Educación, aquí nos dice:  
La alfabetización, y por ende todo la tarea de educar, sólo será auténticamente humanista en la medida en que procure la integración del individuo a su realidad nacional, en la medida en que pierda miedo a la libertad, en la medida en que pueda crear en el educando un proceso de recreación, de búsqueda, de independencia, y, a la vez, de solidaridad.  (Pág. 14)
          Por eso el modelo pedagógico debe ser un modelo que lo haga consciente de su presencia en el mundo, que lo diferencia de los demás y que lo convierta en un individuo.
          Toda la educación que se ha venido implementando está basada en la “alfabetización mecánica de letras y sílabas” sin incentivar a los educandos que se independicen del  lenguaje. En este tipo de enseñanza no se aprende la razón de ser de los objetos y de la realidad mediante el lenguaje, sino que, se muestran simplemente los objetos. Como nos dice Freire “aprendiendo la razón de ser del objeto, produzco el conocimiento del mismo” (2001: Pág. 100)
          Para las clases dominantes la educación se convierte en una manera para perpetuar y consolidar las diferencias socioeconómicas, es decir, no permiten la trascendencia de su condición en la sociedad. El sistema social es tan perverso que a las clases dominadas se les ha persuadido de sentirse culpables por su condición; les han enseñado su culpabilidad por se pobres y por su ignorancia, y esta culpa indebida refuerza este orden deshumanizador.
          Es por eso que la educación debe estar dirigida a desarrollar, potenciar, despertar e incentivar a un hombre consciente; si esto se logra, el hombre deja de ser una sombra y una ausencia y comienza a construir una conciencia crítica que le permitirá modificar e intervenir en el mundo. Intervengo el mundo mediante la palabra: “Leer es algo más creador que el “paseo” simple o ingenuo sobre las palabras. Leo tanto más y mejor cuando, enterándome de la esencia de lo que leo, me voy haciendo capaz de reescribir a mi manera lo leído y de escribir por mi cuenta lo aún no escrito. No es posible separar el leer del escribir” (Freire (2001), Pág. 99)
          La adquisición del lenguaje, el proceso de alfabetización  debe ayudar a constatar el mundo para poder ser intervenido por el individuo. El individuo, explica Freire, se hace de la separación de los otros yoes, es decir, cuando sé que existe el otro, que simplemente es un no- yo, me reconozco a mí mismo, cobro existencia, y me diferencio por el otro. La conciencia crítica y la constatación de los otros entes es lo que permite la intervención en el mundo que ya está hecho.
          Por todo esto surgen dos nuevos conceptos: subjetivación y objetivación del mundo. La conciencia crítica, la constatación, el hecho de que el hombre se individualice mediante la educación, que no se adapte al mundo sino que se inserte en él, concibiendo el futuro como algo no preestablecido ni determinante, sino como una posibilidad del hombre, es decir, única y exclusivamente de ese individuo por medio de su visión, independencia, libertad (subjetivación) de actuar dentro de esa objetivación que él no ha creado.
          El filósofo español Fernando Savater (1999) habla también de la acción como método de conocimiento:
Conocemos el mundo al intervenir en él, contra él, e intentar vencer su inercia. Así descubriremos todo lo que, para empezar, nos interesa del mundo, pero también lo que en primer lugar nos interesa de nosotros mismos. Somos lo que no deja en paz a las cosas, lo que combate incesantemente contra ellas: nuestra raíz es esencialmente polémica. (Pág. 16)

          Ambos autores coinciden en esa dialéctica entre  el hombre y el mundo, lo subjetivo y lo objetivo: por medio de la objetivación me individualizo y me subjetivizo; y mediante la subjetivación intervengo y modifico el objeto (objetivación). El individuo conoce para cambiar, y no para acomodarse. Después de que esto sucede se enfrentan dos fuerzas: la del hombre y la del sistema económico, es decir, la ética del mercado frente a la ética universal.
          Para Freire “…valemos tanto como sea o pueda ser nuestro poder adquisitivo, cuanto menos poder o crédito tenga nuestra palabra (…) el único freno al lucro es el lucro mismo o el miedo a perderlo” (2001: Pág. 141).
          Lo esencial en la vida del hombre es su ética, ya que ésta le permite elegir y le garantiza todos sus derechos y deberes. La ética no puede ser impuesta como generalmente sucede, deben ser desarrolladas de acuerdo a los intereses y necesidades de los hombres. Las decisiones personales, políticas, sociales y educacionales depende de la ética; ésta, desde un punto de vista humano, debe ser indispensable e indisoluble en el proceso educacional.
Freire piensa que el ser humano ontológicamente quiere ser más, por eso la esperanza es parte de él porque el hombre necesita la referencia de un mañana y ese mañana sólo puede existir si yo me individualizo del mundo, logra insertarme en él, modificarla  y crear la conciencia de mi presencia en un espacio- tiempo; y toda presencia se evidencia en la esperanza de un mañana.
En “Pedagogía de la indignación” se explica que  El Proceso de Educación  está fundamentado en la esperanza, en la capacidad de soñar una realidad distinta y en la capacidad de hacer del futuro una utopía realizable. Hasta ahora los sistemas sociopolíticos han garantizado su permanencia como clase dominante mediante la supresión del mañana para las clases dominadas, eliminando las nociones de esperanza, utopía, sueños, y aseguran que el mundo sigue siendo como es mientras obstaculizan al hombre para que obtenga su libertad. Al eliminar la esperanza que fundamenta la educación se anula el futuro y toda posibilidad de cambio.
Para todo esto los educadores deben actuar con coherencia, implementando una pedagogía que los ayude a transformar, o en el peor de los casos, a mantener el mundo en el que se encuentran; lo cierto es que esa coherencia es necesaria, pero para que ocurra esto los educadores deben ser sujetos y no objetos, ya que si esto no existe no puede haber ningún cambio.
Así entonces la educación depende de no sólo del estado, sino además, y principalmente, del educador y del hombre que se está educando, el educador debe ser un guía para orientarlo en el proceso para descifrar la sociedad, para entender su vida, el mundo, para lograr insertarlo en el contexto sociocultural en el que se encuentra, y, sobretodo, para hacerlo partícipe de su futuro y de la historia que ahora es capaz de construir.
BIBLIOGRAFÍA

ü   FREIRE, Paulo.  La educación como práctica de la libertad. Siglo veintiuno editores. México, 1979.
ü   FREIRE, Paulo. Pedagogía de la indignación. Editorial Morata, 2001.
ü   LEIS, Raúl. Educación y práctica transformadora en “Educación y transformación social”. Editorial Laboratorio Educativo
ü   REBELLATO, José Luis. Paulo Freire: educación y proyecto ético –político de transformación en “Educación y transformación social”. Editorial Laboratorio Educativo

Comentarios

Entradas populares de este blog

Reláfica de la Negra Hipólita, nodriza de Bolívar. Andrés Eloy Blanco

La brujita encantadora y su secreto admirador, Gregorio.

Historias que espantan el sueño. Fedosy Santaella