No. Hay cosas que no están bien.



Nunca es triste la verdad,
lo que no tiene es remedio.
Joan Manuel Serrat


Fui invitada al colegio de mi hija a una actividad en su salón de clases. Debo confesar que estas reuniones me llenan de curiosidad, disfruto saber qué ocurre en aquella otra realidad en la que ella se desenvuelve, en la que se relaciona con sus iguales sin la intervención de nosotros, sus padres.

En su escuela, cada maestra decora la parte de afuera de su salón de clases con dibujos, escritos o fotografías de los trabajos de los niños y las niñas. En esta visita me encontré con varios dibujos acompañados de una oración que se relacionaba con el dibujo. Al parecer su maestra había propuesto una actividad en la que los estudiantes debían escribir algo que les gustaba hacer y que por alguna razón no estaba bien visto o permitido para la edad, o para el momento. Era un ejercicio en el que debían contar algo personal, probablemente con el propósito de crear empatía entre ellos.

En las hojas que colgaban en la pared se podían leer oraciones que comenzaban con la frase: “Está bien…”, mi hija escribió: “Está bien tener una fiesta en la bañera”, algunos de sus compañeros escribieron: “Está bien dormir con un oso de peluche a los 7 años” o “Está bien tener 6 años y no haber perdido ningún diente”, mientras los leía los imaginaba contándose sus secretos más íntimos, hablando de sus temores, preocupaciones y de las cosas que les avergonzaban. Mientras avanzaba en esta breve exposición pensaba en esas particularidades, en esos detalles que consideramos nos diferencian de los demás y que nos apena confesar a los otros. Siento que ese temor a lo distinto pudiera desarrollarse hasta generar un temor a lo distinto.

Mientras miraba los trabajos encontré el escrito de un niño que decía: “Está bien perder tu hogar” acompañado de un dibujo de lo que parece un hospital o quizás una casa, no lo sé, pero una ambulancia se dirige a esa dirección. Al lado de la ambulancia y de la casa hay una persona parada, posiblemente es el niño que observa la escena. Hay un sol enorme que alumbra el dibujo. Era de día.

¿Durante cuánto tiempo habrá permanecido ese texto colgado en esa pared?, ¿qué piensan o qué pensaron los curiosos que han caminado por este mismo pasillo?, ¿se habrá preguntado alguien más lo que significa perder un hogar?, ¿qué habrá pensado mi hija cuando vio este dibujo? Durante muchos días he pensado en esto.  ¿Quién es ese niño y por qué escribió esto? No me atrevería jamás a preguntarlo, ¿Qué sintieron sus padres cuando encontraron ese dibujo pegado en la pared de la escuela?, ¿qué sintieron al ver que su realidad está ahí pegada en un pasillo a la vista de todos? No puedo imaginarlo.

Soy maestra y por eso sé que hay niños y niñas que necesitan hablar con alguien, sé que muchas veces las cosas que más les preocupan las tienen que callar. Soy mamá, así que también sé que, aunque los padres nos esforzamos todo lo que podemos para que nuestros hijos sean felices, a veces no sólo no lo logramos, sino que les enseñamos a callar lo más doloroso para ellos, porque también es lo más doloroso para nosotros. Lo más injusto es que ciertamente muchas veces la escuela tampoco es un lugar donde se pueda hablar de las cosas que a ellos más les preocupa o de las cosas que más les gusta. Y al decir esto recuerdo todas las veces que mi hija ha regresado de la escuela con un libro o un juego que ha querido compartir y no hubo tiempo, no hubo tiempo ese día, ni al siguiente, ni a la siguiente semana, ni un mes después. No hay tiempo, para lo real, no hay tiempo. Y al escribir esto, me veo a mí misma diciéndole a mi hija y mis estudiantes que no hay tiempo para algo que está fuera del horario o fuera de la planificación.

De este niño sólo sé que nació en Argelia hace 7 años, que llegó a la escuela al mismo tiempo que mi hija y que al igual que ella no hablaba inglés cuando se conocieron. También mi hija me ha contado que cuando se le ocurre algo él dice “Yo encontré una idea”, en lugar de decir “Yo tengo una idea”, y esto ha sido algo imborrable para mí, y, repitiéndome a mí misma que tiene razón, que las ideas no se poseen, las ideas se encuentran. Crear una frase como ésta se la da, además de la sabiduría de la infancia, el hecho de que está aprendiendo su tercera lengua, ya que él habla berebere y francés. Es maravillosa la forma en la que se puede enriquecer lingüística y metafóricamente una lengua al introducir nuevas estructuras, nuevas significaciones. Aprender una lengua es sin duda maravilloso, pero ¿qué sucede si detrás del aprendizaje de esa lengua está la pérdida de tu hogar? ¿Qué adjetivos podemos emplear al hecho de que hay seres humanos que tienen que aprender una nueva lengua para poder expresar su dolor, su angustia o su rabia?, ¿qué adjetivo utilizar para todos los que están silenciados?

Probablemente si yo no fuese venezolana esto no me habría afectado tanto, probablemente si no supiera que decenas, cientos y miles de niños y niñas venezolanos han tenido que aprender nuevas palabras para expresar lo que les pasa, esto no me impresionara, probablemente si no supiera que esos niños y niñas también han perdido su hogar no me conmoviera tanto, pero sí, me conmueve y me entristece mucho.

No. No está bien, de ninguna forma está bien perder tu hogar, de ninguna forma podemos decirles a nuestros niños y niñas que eso está bien. No lo está.  Yo entiendo que todos queremos lo mejor para nuestros ellos y que nuestro propósito es ayudarlos a ser felices, pero es cierto que ellos no tienen la obligación de ser felices porque sí; por lo tanto, no podemos pretender que pasen por el mundo como si no tuvieran conciencia de lo que sucede. Ni ellos, ni nadie tendría que fingir que no pasa nada o que nada les afecta.

Hay que defender la infancia, hay cosas que no tendrían que pasar, hay cosas que no tendrían que vivir o que saber, sin duda nadie escoge su realidad y, si la que nos tocó tiene dificultades, protejámoslos; pero no podemos confundir protección con negación. Construyamos nuevos conceptos de valentía. Es maravillosa la valentía de quienes se enfrentan a monstruos y dragones, así como lo es la valentía de los que tuvieron que dejarlo todo, sobreponerse a miles de dificultades y aprender una nueva lengua. Esa conquista no puede simplificarse en una frase vacía de significación que sirve para decorar.

Mucha de la música, el cine y de la literatura que tiene como receptor al público infantil nos ha hecho creer que todo tiene un final feliz y que esa es una realidad incuestionable. Sé que hemos crecido con el cuento de que las cosas que se pegan en las paredes de las escuelas demuestran un trabajo terminado y bonito, donde todo está bien. Siento que habría que ponerlos de vez en cuando a dibujar las injusticias, los temores, las frustraciones y no tratar de ocultar su dolor con frases impuestas que no reflejan lo que les sucede.

Está bien apoyarlos a adaptarse a las nuevas realidades, está bien ayudarlos a asumir los cambios que viven y de los cuales son víctimas de los conflictos familiares, sociales, económicos o circunstanciales por los cuales atraviesa su entorno. Ellos no deciden nada, en muchas ocasiones no es mucho lo que se les explica ni lo que se les permite preguntar, pero lo que sí está claro es cuál es su deber: ser felices porque, entre otras cosas, para eso los trajimos al mundo.

A los entusiastas que se dedican a trabajar con niños y niñas, desde cualquier tipo de discurso, y que los consuelan con frases motivacionales, que los ayudan a que todos sean felices y que sonrían al mismo tiempo para las fotos de las redes sociales, les digo que creo en la resiliencia, en esa que nos hace reponernos ante las adversidades y nos permite reinventarnos o recomenzar. Pero no puedo creer, porque entre muchas cosas me parece irrespetuoso, que se traten a todos los seres humanos por iguales, que se considere que la homogeneidad deba regir el mundo. Ni este niño, ni nadie tiene que dar las gracias por perder su hogar y seguir como si nada hubiera pasado.

No. No está bien perder tu hogar, no está bien perder a tu familia, no está bien perder a tus amigos, ni está bien perder a tu país. Y no está bien en Argelia, pero tampoco está bien en Venezuela. No está ni mejor, ni peor, simplemente está mal. Un poco de autoayuda no está mal, pero tampoco pretendamos que estén felices aquellos que pierden todo, ni los acusemos de poca fe, poco compromiso o poco entendimiento para percibir las complejidades de los procesos. No más el “cuando crezcas lo entenderás”; si se preocupan, si les duele es porque ya tienen la capacidad de entender; no le quitemos esa posibilidad, no cerremos esa puerta.  Es lo mismo decirles que “eso no se pregunta” a darle una frase hecha cargada de felicidad, que deban repetir para mágicamente ser mejores personas porque no cuestionan nada.

Dejemos que ellos (y todos) encontremos el camino, dejemos que estén en contacto con el mundo real, que asuman su dolor o que, por lo menos, que no les sigan dando el mundo digerido, que no les vendan las frases hechas, que no se les prohíba la posibilidad de cuestionar lo que les sucede, y sí, las cosas a veces no salen como esperamos, pero también dejémosle darse cuenta de que podrán salir adelante.  






Comentarios

  1. Que bello Adriana, así es, es asumir y acompañar en este proceso llamado Vida :) gracias por compartir!!!

    ResponderEliminar
  2. Y así, cada día, te conozco más, y me siento tan afortunada de ser tu amiga.
    No. No está bien, pero es tan difícil aceptarlo. Yo no sé cómo decirle a mi hijo lo que es México hoy y por qué me da tanto miedo que esté allá.

    ResponderEliminar
  3. Así es, Adriana, estoy de acuerdo contigo. No está bien perder nuestro hogar. Gracias por compartirlo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi Querida Adriana!!! Estoy gratísimamente asombrado y encantado con tu reflexión.

      Ante todo esta muy bien escrita. Además no se bien cuales caminos has recorrido pero cualesquiera sean te han dado profundidad, sensibilidad, criterio, dulzura con firmeza, claridad.

      Tu punto de vista y la reflexión que hiciste me dan esperanza acerca del futuro porque una mirada así da luces sobre tu vida interior y al mismo tiempo sobre el corazón ajeno...

      Personas como vos y tu hermosa familia me dan la esperanza de que, en una breve esquina del mundo, sensibilidad, profundidad y gracia habrá.

      Gracias inmensas!!!!

      Eliminar
    2. Muchísimas gracias por tus palabras y por tu lectura, Edo. Gracias a ti, por estar presente.

      Eliminar
    3. Hoy viendo historias viejas de facebook llegue de nuevo a tu página, podéis saber que no recordaba que era tuya?? que en la medida que fui leyendo el texto, te viniste a mi mente y cuando finalizo veo los comentarios, y que belleza, sois vos. te abrazo, hermoso cada texto tuyo.

      Eliminar
    4. Qué bella, Susana. Gracias por tus palabras y por tu lectura.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Reláfica de la Negra Hipólita, nodriza de Bolívar. Andrés Eloy Blanco

La brujita encantadora y su secreto admirador, Gregorio.

Historias que espantan el sueño. Fedosy Santaella