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Mostrando entradas de diciembre, 2013

Un hombre pasa con un pan al hombro. César Vallejo

Un hombre pasa con un pan al hombro ¿Voy a escribir, después, sobre mi doble? Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo ¿Con qué valor hablar del psicoanálisis? Otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano ¿Hablar luego de Sócrates al médico? Un cojo pasa dando el brazo a un niño ¿Voy, después, a leer a André Bretón? Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre ¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo? Otro busca en el fango huesos, cáscaras ¿Cómo escribir, después del infinito? Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza ¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora? Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente ¿Hablar, después, de cuarta dimensión? Un banquero falsea su balance ¿Con qué cara llorar en el teatro? Un paria duerme con el pie a la espalda ¿Hablar, después, a nadie de Picasso? Alguien va en un entierro sollozando ¿Cómo luego ingresar a la Academia? Alguien limpia un fusil en su cocina ¿Con qué valor hablar del más allá? Al...

Opus 8. Armando José Sequera

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Ilustración de Iban Barrenetxea Júrenos que, si despierta, no se la va a llevar —pedía de rodillas uno de los enanitos al Príncipe, mientras éste contemplaba el hermoso cuerpo en el sarcófago de cristal—. Mire que, desde que se durmió, no tenemos quién nos lave la ropa, nos la planche, nos limpie la casa y nos cocine.

Canción y pico de María Laura Devetach

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Historias que espantan el sueño. Fedosy Santaella

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Hace una semana antes de salir de la casa agarré de la biblioteca el libro de "Historias que espantan el sueño" de   Fedosy Santaella . Hay un cuento que siempre resulta revelador para los chamos, el de la niñera mala . Hay en ese cuento un poco de esa violencia que, lamentablemente, forma parte de esa realidad oculta que se vive -de distintas formas- en muchos hogares y que, muy pocas veces es visibilizada. Además de esto, se conjugan otros elementos que la hacen impactante, com o el misterio en el que está envuelta la historia. Esa mañana tenía clase con 3 grupos, lo leí en voz alta con los dos primeros y a ellos, como era de esperar, les gustó el cuento. Ya cuando era la hora del último grupo había entrado decidida a no leerlo, cerca de las doce del mediodía, con el calor que hace en Maracaibo y encerrados unos 40 individuos en un salón sin ventilación ni ventiladores, es casi imposible, me dije, que alguien me vaya a prestar atención. Después de un rato, decidí lee...