La historia de un nombre
Hace un par de años Alegría dijo que yo era justo como
ella me había imaginado. Esa frase me llegó mientras preparaba la cena una
noche. Llegó hasta mí como llegan siempre las cosas inesperadas. Fue como una
de esas cosas que los niños dicen y los adultos pensamos que no saben muy bien
lo que quieren decir, que están confundidos, que utilizan el lenguaje con poca
precisión. Probablemente sea un mecanismo de defensa nuestro el de descreer en
la infancia y pensar que un cuerpo tan minúsculo tenga posibilidad de expresión
plena.
El asunto es que en aquel momento, le pregunté qué
quiso decir y me explicó -con detalle- cuáles eran las cosas que le gustaban de
mí y culminó diciendo: “Es que tú eres la mamá que había soñado. Mi sueño se
hizo realidad”. Me reí mucho, tal como lo hago cuando estoy nerviosa. Y por un
largo tiempo me he preguntado: ¿dónde había estado ella que presentía mi
existencia?, ¿desde dónde soñaba todo esto?
Todavía al recordar esa conversación tengo unas sensaciones
cruzadas entre infinita ternura, miedo
y asombro.
Llevas tu nombre por dos libros: Gabriela clavo y canela de Jorge Amado, que tu padre decidió
bautizarte mil noches antes de tu nacimiento, mientras tarareaba Esa voz, cantada por Alfredo Zitarrosa; y, Alegría por La biblioteca secreta de La Escondida de Leonor Bravo, que tu madre
conoció cuando se enamoró de la literatura infantil, hace muchas
mañanas de juego.
Hija, Gabriela
Alegría llevas por nombre y agradecemos habernos escogido para
acompañarnos en esta aventura.
Encantadora Alegrìa como hermosa y talentosa su madre ¿ycómo no se iban a encontrar?
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