Beetlejuice o del arte de aparecer
Beetlejuice fue
mi película favorita de niña y debo decir que en mi niñez nuestras cosas “favoritas”
llevaban esa categoría porque permanecían en nuestra memoria, allí se iban almacenando,
no se almacenaba fielmente como había sucedido, la imaginación siempre ponía su
toque y le agregaba detalles que con el paso del tiempo corroboraba que mis
recuerdos no eran tan exactos como las recordaba. Las nuevas generaciones no se
preocupan por ello, pueden ver y escuchar hasta el cansancio las mismas películas,
programas de televisión y canciones a la rapidez de un click.
Beetlejuice fue dirigida por
Tim Burton y estrenada en el año 1988, en aquella época lo más avanzado
que existía en mi casa para comunicarnos era el teléfono tradicional, ese que
tenía cable y, poco tiempo después, sentimmos que llegamos al futuro cuando mi
mamá se apareció con un VHS y ahí podíamos volver a ver esa magia efímera que
era el cine.
Recuerdo que el personaje de esta
película para mí era sorprendente, era la irreverencia materializada en este hombre
que venía de otro mundo. Pero lo más llamativo para mí es que existían en la
película dos mundos, dos realidades que coexistían y que sólo mediante la palabra
podían comunicarse; el hecho de que esto sucediera me abría toda una perspectiva
distinta: había un poder en la palabra que lograba mover las cosas de una
realidad a otra.
Hoy me he despertado de la cama pensando todas las veces
que jugué a aparecer y desaparecer cosas, amigos, primos o juguetes. La técnica
siempre era la misma: nombrar tres veces y el objeto o la persona mágicamente aparecía.
Era la técnica que aprendí de Beetlejuice: cuando era
nombrado tres veces abandonaba el mundo en el que se encontraba y aparecía en el
mundo real, el mundo de los vivos.
Yo, seguidora fiel de sus enseñanzas cuando quería
hacer aparecer un objeto, decía primero un conjuro y luego jugaba a separar en
sílabas el nombre del objeto y, en la tercera ronda de palabras, se
materializaba. Mi familia disfrutaba mucho verme y reía de mis destrezas como
maga; yo, evidentemente, sabía que era una gran maga y que nadie sospechaba mis
secretos. Lo había practicado mucho y era una experta en el arte de aparecer
cosas.
Hoy me he despertado y ha venido ese recuerdo de verme jugando como una gran maga, inspirada en Beetlejuice
y he pensado que aunque hayamos avanzado mucho en la forma en la que nos
comunicamos, todavía seguimos teniendo la misma necesidad de crear un puente
que nos comunique o nos abra una posibilidad con otro mundo, todavía seguimos sintiendo
que hay algo más allá, en otro lugar y que muchas veces nos hace esperar o
creer en lo desconocido, de alguna forma yo sigo pensando que existe
la posibilidad de que las cosas aparezcan sólo al ser nombradas, al ser
nombradas tres veces. Hoy miro a mi alrededor y veo que hay cosas y gente que
no están y cierro lo ojos con la certeza de que aparecerán, pero ahora hay un
miedo ahora inédito, un miedo que me invade y me impide nombrarlas por tercera
vez.
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