Juego infantil
Desde pequeña conocí el poder de la palabra. Ella fue mi hermana, vecina, prima y amiga en muchas tardes de infancia. Sin explicación alguna un cuaderno roto y sucio y un lápiz mordido se convirtieron en los mejores aliados de esas tardes de juego. Las telenovelas me hicieron entender que en la vida habían historias que no eran impredecibles, que podían ser de otra manera, que algo las conducía, y ese “algo” era una persona mágica y encantadora que hacía de esos seres de la pantalla grande y enorme de mi sala, lo que quisiera. Así, mi cuaderno se convirtió en las múltiples y posibles resoluciones que tenían esas historias. Era un placer lograr que con mi lápiz esas personas de la tele hicieran lo contrario a lo esperado. Hicieran lo que yo quisiera. Así, jugaba con todos, no sólo con los personajes de las novelas, sino también con los miembros de mi familia; los entretejía en un gran cuento. De todos los lugares de la casa el preferido era el cuarto de chécheres, ese era e...